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jueves, 29 de julio de 2010

¿DIOS CASTIGA?

Dios es nuestro Padre y como un padre El nos ama y nos disciplina...

Hebreos 12:6 Porque el Señor al que ama castiga, Y azota a cualquiera que recibe por hijo.

Hebreos 12:7 Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como á hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no castiga?

La obediencia perseverante por fe en Cristo era la carrera puesta ante los hebreos en la cual debían ganar la corona de gloria o tener la miseria eterna como su porción; se nos expone.

Por el pecado que tan fácilmente nos asedia, entendamos que el pecado es a lo que más nos inclinamos, a lo cual estamos más expuestos, por costumbre, edad o circunstancias.

Esta es una exhortación de suma importancia, porque mientras permanezca sin ser subyugado el pecado favorito, sea cual sea, de un hombre, le impedirá correr la carrera cristiana, porque le quita toda motivación para correr y da entrada al desaliento más completo.

Cuando estén agotados y débiles en sus mentes, recuerden que el santo Jesús sufrió para salvarlos de la desgracia eterna.

Mirando fijamente a Jesús, sus pensamientos fortalecerán santos afectos y subyugarán los deseos carnales; entonces, pensemos frecuentemente en Él. ¿Qué son nuestras pequeñas pruebas comparadas con sus agonías o siquiera con nuestras desolaciones? ¿Qué son en comparación con los sufrimientos de tantos otros? Hay en los creyentes una inclinación a agotarse y debilitarse cuando son sometidos a pruebas y aflicciones; esto es por la imperfección de sus virtudes y los vestigios de la corrupción.

Los cristianos no deben desmayar bajo sus pruebas.

Aunque sus enemigos y perseguidores sean instrumentos para infligir sufrimientos, son de todos modos, disciplina divina; su Padre celestial tiene su mano en todo y su fin sabio es responder por todo.

No deben tomar con liviandad sus aflicciones ni entristecerse bajo ellas, porque son la mano y la vara de Dios, su reprimenda por el pecado.

No deben deprimirse ni hundirse bajo las pruebas, afanarse ni irritarse, sino soportar con fe y paciencia.

Dios puede dejar solos a los demás en sus pecados, pero corregirá el pecado en sus propios hijos.

Actúa en esto como corresponde a un padre.

Nuestros padres terrenales nos castigan a veces para satisfacer sus propias pasiones más que para reformar nuestros modales.

Pero el Padre de nuestras almas nunca quiere apenar ni afligir a sus hijos.

Siempre es para nuestro provecho.

Toda nuestra vida aquí es un estado infantil e imperfecto en cuanto a las cosas espirituales; por tanto, debemos someternos a la disciplina de tal estado.

Cuando lleguemos al estado perfecto estaremos plenamente reconciliados con todas las disciplinas presentes de Dios para con nosotros.

La corrección de Dios no es condenación; el castigo puede ser soportado con paciencia y fomenta grandemente la santidad.

Entonces, aprendamos a considerar las aflicciones que nos acarrea la maldad de los hombres como correcciones enviadas por nuestro bondadoso y santo Padre para nuestro bien espiritual.

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